22 de enero de 2010

Descomposición del mar
Gilberto Hernández Matos


El mar no es agua. No filtra ríos desbocados que tropiezan en el abismo. No humedece arenas aceradas de sol, porque el mar no existe. Por eso no asfixia bocas que inmersas piden aire como llanto ni bate blanquecino su humedad sobre las piedras. Es sal, el mar. Tan sólo sal. Un sabor ocre que se escapa de sí mismo escondiéndose de su luz. Una tristeza detenida en granos que se sumerge hasta lo invisible. Un escondite es el mar. El escondite de la sal que llora el mundo.

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Porque ha sido mejor el olvido

o recordarnos a veces sin que nadie lo sepa.
Porque de todos modos te hice daño
con este amor que desconocía el odio,
y porque aquello era difícil
aún en la mejor de las historias
y, de vez en cuando, admítelo,
soñábamos en secreto con el escape.
Porque llorábamos mucho en las tardes
y empujamos al llanto
a todo el que apostó su cariño a nosotros.
Porque las cosas son así, jodidas y tiernas
y uno no se escapa de su propio destino.
Porque sí
y porque no,
y porque qué carajo
y qué más da,
fue mejor que te marcharas,
que yo te recordara cuando cruzo las calles,
que tú leyeras a veces poemas como este.


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Pero la felicidad de un lugar conoce el hombre.
El lugar donde una vez dijo esta es mi casa,
donde ningún demonio se atrevió a buscarlo en la noche,
donde unos brazos ceñidos a su cuello
le dieron el primer consuelo.
La felicidad de una calle en que jugó de niño,
de algún cuarto donde miró extasiado la lluvia caer.
De ese sitio fuera del mundo
donde alguien se entregó a su pecho para protegerlo.
De ese rincón no deberá salir nunca,
no deberá bajar la escalera por donde una vez subió a la dicha.
Perdido, conocerá entonces el exilio.
Por las ciudades que camine llevará su cuerpo abandonado,
por las aceras que transite paseará al aire sus miserias,
y en las multitudes que se encuentre desnudará impune
su soledad.

No debe errar el hombre.
Debe abrazar contra el pesado hastío
las horas de su nostalgia,
rememorar desde su silencio
las paredes de su verdadera casa.
Debe recordar siempre
el terrible lugar donde transcurrió su infancia.

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