Catorce aproximaciones
al Soneto de las Estrellas de Esteban Valdés
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1. ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
El primer verso
del Soneto de las Estrellas es, de entrada, demasiado triste para contenerse en
las 11 sílabas que lo encierran, por lo que constituye un acierto ominoso
haberlo construido en estrellas, esos soles de distancia luminosa que hacen
huecos en el toldo de la noche para que sepamos que no todo está perdido.
Cuando leemos en el soneto que (y traduzco, explico o sugiero del mismo) “las
estrellas y las estrellas y las estrellas”, sentimos un azote de alegría que
nos retrae a la ensoñación de esperanza que nos trajo originalmente al mundo. Es
grato observar que el elemento reflexivo en este primer verso nos recuerda que,
muy probablemente, pese a todo nacimiento a la luz, somos mortales. Así que de
este primer verso ‑nunca estudiado muy a fondo dada su complejidad‑, podrían
decirse tantas y tantas estrellas.
2. ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
Suelo leer, con
alguna parsimonia en las tardes, el Soneto de las Estrellas mientras el sol declina
y espero por ellas y su fulgurante entrada. Sin embargo, ayer tarde (o la
semana pasada, o el pasado año, no recuerdo la fecha del suceso) mientras lo
leía me asaltó la duda de cuál era la musicalidad del Soneto de las Estrellas
dado el parpadeo incesante de sus líneas.
Aun cuando de primera intención (o de segunda, también es impreciso el
recuerdo) reparé en la facilidad con la que puede apreciarse que el ritmo
musical del soneto es yámbico. Las estrellas, que prenden y apagan, que son
pulsares inquietos pero fijos, establecían, a primeras luces, un acento rítmico
ditirámbico pues la penúltima sílaba del verso (regularmente condicionante de
la musicalidad salvo que no haya disonancias marcadas) estaba acentuada. Sin
embargo, tras mirar levemente una rosa (¿o era un eucalipto?) que nacía en el
patio y volver mis ojos al soneto noté, con extrema facilidad igualmente, que
el ritmo, dada su acentuación espaciada a la tercera o cuarta sílaba, realmente
era trocaico. Ya algo sonreído (o preocupado, no recuerdo mis emociones de
entonces) una tercera lectura (o cuarta o quinta, no importa), me reveló la
verdad: el Soneto de la estrellas tiene todas las métricas, pasa por todas las
acentuaciones, pasa por todos los caminos, pues, como el Tao de las letras, alumbra
todas las noches y ninguna.
3. ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
La década del 70
fue la década de la esperanza. Creíamos que, eslabonados a la lucha de los
sesenta y sus reivindicaciones sociales, un proceso darwiniano-marxista-judío,
en donde todo es para adelante y progresivo, en donde si todo se desvía hacia atrás
es, con toda justicia etimológica, un atraso, nos correspondía a nosotros iluminarnos
con la verdad y alumbrar, en su consecuencia, la ruta de la humanidad que
habría de seguir tras nosotros. Creíamos, con toda buena fe, que hasta Supermán
mismo descubriría qué cosa significaba aquello de luchar por la verdad y la
justicia y lo implementaría en sus recorridos por el mundo. En medio de todo
aquello, de las luchas y su sacrificio, pero sin sucumbir al anhelo que confunde
como verdad lo que solo corresponde al deseo, se encontraba Esteban,
percibiendo, con su fino sentido del humor que, más allá de todos nuestros
ardores, aun le faltaba mucho a la lucha. Advirtiendo que no deberíamos decaer
cuando, creyendo que habíamos conseguido las reivindicaciones que buscábamos,
las viéramos caer a nuestro lado. Sabía que en los 70 muchos de los de los
hombros que parecían distribuir entre ellos el peso de nuestras cargas,
realmente buscaban, desde la oscura traición, nuestras espaldas para dar su
estocada. Nos sentíamos victoriosos, y llenos de nosotros mismos no
imaginábamos que nos faltaba aun surcar por muchas aguas de ignominia y dolor
ante la lucha que nos faltaba. Entonces Esteban
se sentó y nos marcó la guía. Escribió el Soneto de las Estrellas.
4. ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
En la
historiografía literaria puertorriqueña las disrupciones son aparentes y,
cuando más, siempre producen síntesis que anudan racional y formalmente nuestra
historia con el tiempo. La poesía concreta, y, en particular el Soneto de las
estrellas (quizá el epítome de esta poesía, o, cuanto menos, su
representatividad gráfica más evidente) podría parecer un hiato, una aparente
disrupción a esta historia, pero no lo es, ni formal ni esencialmente., una vez
miramos el flujo de corriente literaria que ocupara. Como antecedente de
contenido poético dejábamos atrás la generación del 47, la llamada escuela
trascendentalista ‑hoy injusta e inmerecidamente relegada al ostracismo
literario‑, y nos aveníamos a la entrada de la poesía del 60, fuertemente
marcada por la poesía social rusa (Mayakovsky, Evtuchenko), cubana (Guillén) y
española (Blas de Otero). El movimiento (sic) trascendentalista, formalmente
hablando, se daba al uso de estructuras mayoritariamente tradicionales o, por
lo menos, nada disonantes a la escritura de su época, y al tema de la
existencia como un tránsito hacia la integración con Dios o, con lo que se
entendía lo mismo, con la Plenitud (entiéndase, ni la existencia sartreana ni el
tránsito nitszheniano). Los poetas del 60, recipientes directos de la política
del Estado Libre Asociado, calificaron la posición trascendentalista como una postura
que inducía a la enajenación y a la adscripción del sistema político tanto por
la univocidad de su tema como por la quietud de su expresión estilística. Ya más explayados en temas y formas que
ninguna otra generación o promoción anterior, los poetas del 70, si bien establecieron
sus posiciones en relación a la poesía del 60, prosiguieron su creación
literaria sin profundizar mucho sobre aquella vieja polémica, dado el caso,
entre otras cosas, que tampoco era su deber hacerlo. La aparición de la poética
de Esteban Valdés en el panorama fue, sin duda alguna, una ruptura a la vez que
una cobertura de todo aquello. Aun su
poesía pudiese no entenderse por los poetas formales -no puedo pretender decir que hubo una reflexión
plena sobre su trabajo y significado-, su poesía, verbi gracia el Soneto de
las Estrellas, era una expresión tan revolucionaria en su contenido y forma como religiosa y/o contemplativa en su hermenéutica posible. El acercamiento propuesto por el poema iba
más allá del entendido de la razón sobre el mismo: era un acercamiento
nouménico, de esencia, donde la forma consistía en el contenido mismo.
Creo que uno de
los nudos de mayor unión entre los trabajos literarios de nuestra
historiografía literaria es este Soneto. No hay nada más revolucionario, nada más
propio que la libertad de creación, ni hay nada más hermoso que pueda
contemplarse en una tarde y que nos diga que queremos la justicia social
porque somos criaturas trascendentes sobre este planeta.
5. ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
Del Soneto de
las Estrellas se dice ‑o por mejor decir, yo lo digo‑, que es una respuesta al
poema “Cuando escuché al sabio astrónomo” del bardo norteamericano Walt
Whitman. Sobre esto me parece pertinente observar que sobre este escrito todas
las expresiones críticas pueden ser ciertas en tanto que las estrellas son
expresiones parménicas heraclitianas que, aun cuando siempre estén diciendo lo
mismo igualmente están expresando otra cosa. Esto es, la diferencia y la
similitud del Soneto de las Estrellas con el infinito mismo predispone a que
sea cierta cualquier aseveración que se haga sobre él. Pero se hace necesario
observar que el poeta norteamericano exponía en su poema que no obstante los
predicados científicos que pudieran hacerse sobre las estrellas estas (las
estrellas) eclipsarían cualquier explicación con su magnificencia y belleza.
Para que esto fuera posible, exponía Whitman en su poema, solo bastaba, tras
escuchar una conferencia sobre las estrellas, salir a observarlas en una noche
estrellada. La afirmación del poeta puertorriqueño–mexicano Esteban Valdés va
más allá de esta expresión, pues aquí no hay que salir afuera a observar el
cielo, como en Whitman, sino que se construye el tapiado de estrellas y se
coloca al alcance de quienes, como nosotros en la actualidad, estamos privados
de esta observancia dada la contaminación lumínica de nuestras noches.
6. ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
El Tao del Soneto de las estrellas.
Hay quien dice,
y no está exento de razón, que el Soneto de las Estrellas no existe en sí mismo, que es un código cifrado, una carta de navegación, ya sea que se esté
extraviado o no en la noche o en cualquier otra parte del día. Conforme a esta creencia podría incluso suponerse
que su lectura es continua, multitonal, e infinita. Por eso hay quien lo ve y
no lo lee, quien lo lee y no lo ve.
7. ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
Se dice que, en
una nostalgia futurista Esteban Valdés una vez vio el cielo. Cuentan las
leyendas y los recuerdos que salía una noche de la avenida Ponce de León, en Río
Piedras, en una aburrida caminata cuando alzó su vista y miró el cielo. Hay
quienes afirman que fue saliendo de Capetillo después de una práctica de karate
cuando venía cansado y vio lo que querían decirle las estrellas. Otros afirman
que venía ligero de equipaje de la una lectura de poesía en la avenida
Universidad por la cafetería Cabrera. Otros, los menos, menos, dicen que fue
una noche estrellada que observó siendo apenas un niño. Como se ve, no hay
certeza exacta que nos diga cuándo y cómo vio el milagro de esa noche y sus
estrellas, pero todos sabemos que lo hizo. Que llegó a ver el cielo que habían
visto los mayas y los aztecas, los asirios e incluso los antiguos atlantes. Que
llegó a ver el cielo de nuestros campos más puros. Que lo hizo antes de que el
cielo y las estrellas desaparecieran de nuestros ojos y nos regaló el milagro
de su noche.
8. ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
A mediados del
siglo XIV el astrónomo persa Abd al-Rahman ibn Umar al-Sufi, conocido como
Azophi, escribió “El libro de las constelaciones”, el que, dada su importancia
sería traducido siglos más tarde por Zakariya ibn Muhammad al-Qazwini, astrónomo
turco-otómano, con el título de “Las maravillas de la creación”. Descritas las
constelaciones por ambos astrónomos como conductoras de los seres humanos en
tanto la orientación y guía que proporcionaban entendían que, por razón de una
armonía mayor para las propias constelaciones debería existir una que las dibujara
a todas ellas. A finales del siglo XX, el poeta Esteban Valdés encontró esa
constelación mayor que sirve de guía a las propias estrellas. Fue en un soneto
hecho de estrellas. Pero a diferencia de aquel primer libro escrito por Azophi,
el Soneto de Esteban no hizo falta nunca traducirlo.
9. ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
El Soneto de las
Estrellas es un deja vu. Todo sabemos que una vez, en la noche de los tiempos,
lo hemos leído.
10.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
Pocas veces se ha
reparado en las semejanzas del Soneto de las Estrellas y las centurias de Miguel
de Nostradamus. Avocadas a predecir casi cualquier futuro las centurias gozan,
gracias a su falibilidad taxativa que las hace infalibles, de la única
posibilidad de destino que puede tener todo lo que es humano: la posibilidad de
ser real o no serlo. Así también el Soneto de las Estrellas, que abierto a
todas las caligrafías y a todo orden de lectura es, como las centurias, el
catalejo que lo anuncia todo, que muestra, en la exactitud del azar posible, la
búsqueda del que quiere ver belleza, del que quiere ver tristeza, de quien
quiera ver el avance de lo humano.
11.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
Existía, en el
Oriente Medio, en las montañas de Qumrán, una comunidad llamada los
esthebanithas de la que se afirma fueron contemporáneos de los esenios, quienes
se asentarían en sus cercanías buscando de su sabiduría. De esta comunidad de
esthebanithas se sabe que practicaban un culto libre a la verdad y a la
belleza, que eran pródigos en el comer, con amplio sentido del humor, y que no
eran amigos de ser amigos de quienes no estimaran la verdad y la belleza cerca
de sus vidas. Pues ha venido a ser noticia que en las montañas que le sirvieron
de residencia se ha encontrado un antiguo pergamino que indica, si los
des-cifradores han entendido bien, que existe el máximo poema a la belleza y la
verdad escrito con las palabras más hermosas y certeras que de estas cosas
pueda decirse. Ese poema contendría, según afirmaba esa comunidad, la propiedad
exacta de la que está compuesto el universo, el número pi en su expresión
mínima y máxima, y si alguna vez fuera leído en voz alta, el Todo, ya en su plenitud
de belleza, se desharía por haberse nombrado a sí mismo. Ocurre que el mayor de
los buscadores de ese poema total, residente de las lomas escarpadas de Río Piedras,
dio con ese poema contenido en una vieja maquinilla. Fue un soneto, se dice. Y
fue de las estrellas.
12.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
Atiborrado de sueños como
imágenes Edwin Hubble, bajo la cúpula del observatorio de Mount Wilson, estimó
que las nebulosas que se soñaban posesión de nuestro espacio eran, en realidad,
formaciones de gases de estrellas que se encontraban más lejos de todo aquello
que se creía que era nuestro espacio vecino. Y, para que la distancia nunca se agotara
sobre sí misma descubrió que todo aquel polvo irradiado por las estrellas que
componían las nebulosas, se alejaban sin cesar.
Años más
tarde, y frente a una vieja maquinilla, atiborrado de esperanzas como un recuerdo
ansioso del futuro, en medio del calor y la humedad del día, Esteban Valdés descubrió
otra verdad acaso más asombrosa que la de Hubble: nada está lejos ni fuera de
la galaxia, nada excede ni aminora los parsecs que miden las distancias
incalculables. Todas las cosas que se marchan regresan sin cesar a nuestro
pecho si queremos habitarlas.
Hubble
vio las nebulosas alejarse para siempre y lo comprobó midiendo sus distancias.
Esteban vio las estrellas acercarse y escribió un soneto.
13.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
Una de las
líneas del Soneto de las Estrellas (o quizá todas ellas) retrata el movimiento
del río de Heráclito. El verso, que parece quieto, nunca lo está cuando
parpadeamos el ojo. En su aparente quietud, retrata todos los encuentros, todas
las despedidas, y aunque nunca es el mismo en los términos de su movimiento,
parece estar fijo en su quietud de eterna belleza mientras sus pulsares nos
engañan con su movimiento infinito.
14.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟
El Soneto de las Estrellas: la verdadera escritura
La maquinilla
del astrónomo, la maquinilla del poeta concreto, la maquinilla del
revolucionario, la maquinilla del karateca, la maquinilla del joven viejo
sabio, la maquinilla de Esteban, no tenía el símbolo de estrellas. Él asegura
haberlas dibujado con la grafía de la adición numérica. Pero eso no es cierto.
Las estrellas sí salieron de sus dedos sobre la máquina para inundar el papel y
nuestros sueños.