16 de enero de 2010

A propósito de Haití

Gilberto Hernández Matos

A propósito de Haití, pienso en Enrique Lynch. Poeta de verdad en tierra de Neruda, y digo que de verdad, se dedicó a las palabras. Pero ya enfermo de cáncer descubrió la verdad última de la poesía y la escribió mejor que nadie: “La palabra dolor / nada tiene que ver con el dolor”.
A propósito de Haití recuerdo la limitación de las palabras, y acaso de las preguntas. Ahogadas las teorías de los porqués y los conocimientos absolutos, ahogadas las convicciones teologales que inquieren dónde andaba dios o la justicia, ahogado todo porque ya nada importa, uno se queda mudo, con ganas de hablar y sin saber qué decir ni para qué, y uno ve fotos de muertos y más muertos y que ninguno se levanta y hala un jodio hilo que prenda alguna luz y diga sorpresa todo fue una pesadilla, y se quedan ahí, quietos en las fotos porque están muertos de verdad, porque de verdad uno se muere aunque salga en las noticias y parezca un triste programa de televisión, pero que no es programa porque cuando apagas el aparato eso sigue pasando, porque es verdad, verdad, verdad, y están ahí muertos, y otros están vivos pero como muertos, y eso de verdad está ocurriendo, y maldito sea Descartes porque por más que te cuestiones lo evidente del asunto esa gente está ahí muerta de verdad, sin pruebas ni sospechas... muerta porque sí, porque ocurrió un terremoto dicen, eso que es que la tierra tiembla y que en nosotros es una anécdota de alguna noche y en ellos la verdad de la última, y sí, muerta porque el terremoto, muerta porque ni sus calles ni sus casas ni sus hospitales ni sus nadas tenían una sola varilla porque quién no sabe que la pobreza no varilla las paredes, coño, y las deja ahí, frágiles, esperando el primer terremoto grande que venga a castigar por pobres de sin varillas ni seguros, y muerta porque sí, porque los dados salieron con un número que dijo Haití, la lotería geológica dijo Haití, la rueda de la fortuna que gira el calendario de los días dijo Haití, y muerta... bueno, porque sí, como si la muerte fuera un premio que alguien se saca, coño, que alguien tiene que ganar, o porque qué sé yo... pero están muertos, y para resucitarlos como a Lázaro supongo que habría que dar tantos gritos y llamar tantos nombres que no hay Cristo que tenga voz para tanto, yo qué sé, pero muerta, esa gente está muerta, y los que no, con sus ojos tan abiertos porque vieron la muerte y aún están incrédulos de la proeza... no sé, pero todos con sus ojos grandes tan abiertos tan redondos tan fatales... y un carajo de lo que uno diga sirve para algo, porque nada tiene que ver la palabra dolor con el dolor, nada tiene que ver nuestra tristeza con su sufrimiento, nuestro alelamiento de decir coño dios, esto no puede estar pasando.

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