3 de junio de 2020

Catorce aproximaciones al Soneto de las Estrellas de Esteban Valdés

 

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 1.     ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

El primer verso del Soneto de las Estrellas es, de entrada, demasiado triste para contenerse en las 11 sílabas que lo encierran, por lo que constituye un acierto ominoso haberlo construido en estrellas, esos soles de distancia luminosa que hacen huecos en el toldo de la noche para que sepamos que no todo está perdido. Cuando leemos en el soneto que (y traduzco, explico o sugiero del mismo) “las estrellas y las estrellas y las estrellas”, sentimos un azote de alegría que nos retrae a la ensoñación de esperanza que nos trajo originalmente al mundo. Es grato observar que el elemento reflexivo en este primer verso nos recuerda que, muy probablemente, pese a todo nacimiento a la luz, somos mortales. Así que de este primer verso ‑nunca estudiado muy a fondo dada su complejidad‑, podrían decirse tantas y tantas estrellas.


 2.     ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

Suelo leer, con alguna parsimonia en las tardes, el Soneto de las Estrellas mientras el sol declina y espero por ellas y su fulgurante entrada. Sin embargo, ayer tarde (o la semana pasada, o el pasado año, no recuerdo la fecha del suceso) mientras lo leía me asaltó la duda de cuál era la musicalidad del Soneto de las Estrellas dado el parpadeo incesante de sus líneas.  Aun cuando de primera intención (o de segunda, también es impreciso el recuerdo) reparé en la facilidad con la que puede apreciarse que el ritmo musical del soneto es yámbico. Las estrellas, que prenden y apagan, que son pulsares inquietos pero fijos, establecían, a primeras luces, un acento rítmico ditirámbico pues la penúltima sílaba del verso (regularmente condicionante de la musicalidad salvo que no haya disonancias marcadas) estaba acentuada. Sin embargo, tras mirar levemente una rosa (¿o era un eucalipto?) que nacía en el patio y volver mis ojos al soneto noté, con extrema facilidad igualmente, que el ritmo, dada su acentuación espaciada a la tercera o cuarta sílaba, realmente era trocaico. Ya algo sonreído (o preocupado, no recuerdo mis emociones de entonces) una tercera lectura (o cuarta o quinta, no importa), me reveló la verdad: el Soneto de la estrellas tiene todas las métricas, pasa por todas las acentuaciones, pasa por todos los caminos, pues, como el Tao de las letras, alumbra todas las noches y ninguna.

 

3.     ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

La década del 70 fue la década de la esperanza. Creíamos que, eslabonados a la lucha de los sesenta y sus reivindicaciones sociales, un proceso darwiniano-marxista-judío, en donde todo es para adelante y progresivo, en donde si todo se desvía hacia atrás es, con toda justicia etimológica, un atraso, nos correspondía a nosotros iluminarnos con la verdad y alumbrar, en su consecuencia, la ruta de la humanidad que habría de seguir tras nosotros. Creíamos, con toda buena fe, que hasta Supermán mismo descubriría qué cosa significaba aquello de luchar por la verdad y la justicia y lo implementaría en sus recorridos por el mundo. En medio de todo aquello, de las luchas y su sacrificio, pero sin sucumbir al anhelo que confunde como verdad lo que solo corresponde al deseo, se encontraba Esteban, percibiendo, con su fino sentido del humor que, más allá de todos nuestros ardores, aun le faltaba mucho a la lucha. Advirtiendo que no deberíamos decaer cuando, creyendo que habíamos conseguido las reivindicaciones que buscábamos, las viéramos caer a nuestro lado. Sabía que en los 70 muchos de los de los hombros que parecían distribuir entre ellos el peso de nuestras cargas, realmente buscaban, desde la oscura traición, nuestras espaldas para dar su estocada. Nos sentíamos victoriosos, y llenos de nosotros mismos no imaginábamos que nos faltaba aun surcar por muchas aguas de ignominia y dolor ante la lucha que nos faltaba.  Entonces Esteban se sentó y nos marcó la guía. Escribió el Soneto de las Estrellas.

 

4.     ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

En la historiografía literaria puertorriqueña las disrupciones son aparentes y, cuando más, siempre producen síntesis que anudan racional y formalmente nuestra historia con el tiempo. La poesía concreta, y, en particular el Soneto de las estrellas (quizá el epítome de esta poesía, o, cuanto menos, su representatividad gráfica más evidente) podría parecer un hiato, una aparente disrupción a esta historia, pero no lo es, ni formal ni esencialmente., una vez miramos el flujo de corriente literaria que ocupara. Como antecedente de contenido poético dejábamos atrás la generación del 47, la llamada escuela trascendentalista ‑hoy injusta e inmerecidamente relegada al ostracismo literario‑, y nos aveníamos a la entrada de la poesía del 60, fuertemente marcada por la poesía social rusa (Mayakovsky, Evtuchenko), cubana (Guillén) y española (Blas de Otero). El movimiento (sic) trascendentalista, formalmente hablando, se daba al uso de estructuras mayoritariamente tradicionales o, por lo menos, nada disonantes a la escritura de su época, y al tema de la existencia como un tránsito hacia la integración con Dios o, con lo que se entendía lo mismo, con la Plenitud (entiéndase, ni la existencia sartreana ni el tránsito nitszheniano). Los poetas del 60, recipientes directos de la política del Estado Libre Asociado, calificaron la posición trascendentalista como una postura que inducía a la enajenación y a la adscripción del sistema político tanto por la univocidad de su tema como por la quietud de su expresión estilística.   Ya más explayados en temas y formas que ninguna otra generación o promoción anterior, los poetas del 70, si bien establecieron sus posiciones en relación a la poesía del 60, prosiguieron su creación literaria sin profundizar mucho sobre aquella vieja polémica, dado el caso, entre otras cosas, que tampoco era su deber hacerlo. La aparición de la poética de Esteban Valdés en el panorama fue, sin duda alguna, una ruptura a la vez que una cobertura de todo aquello. Aun su poesía pudiese no entenderse por los poetas formales -no puedo pretender decir que hubo una reflexión plena sobre su trabajo y significado-, su poesía, verbi gracia el Soneto de las Estrellas, era una expresión tan revolucionaria en su contenido y forma como religiosa y/o contemplativa en su hermenéutica posible.  El acercamiento propuesto por el poema iba más allá del entendido de la razón sobre el mismo: era un acercamiento nouménico, de esencia, donde la forma consistía en el contenido mismo.

Creo que uno de los nudos de mayor unión entre los trabajos literarios de nuestra historiografía literaria es este Soneto. No hay nada más revolucionario, nada más propio que la libertad de creación, ni hay nada más hermoso que pueda contemplarse en una tarde y que nos diga que queremos la justicia social porque somos criaturas trascendentes sobre este planeta.


 5.     ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

Del Soneto de las Estrellas se dice ‑o por mejor decir, yo lo digo‑, que es una respuesta al poema “Cuando escuché al sabio astrónomo” del bardo norteamericano Walt Whitman. Sobre esto me parece pertinente observar que sobre este escrito todas las expresiones críticas pueden ser ciertas en tanto que las estrellas son expresiones parménicas heraclitianas que, aun cuando siempre estén diciendo lo mismo igualmente están expresando otra cosa. Esto es, la diferencia y la similitud del Soneto de las Estrellas con el infinito mismo predispone a que sea cierta cualquier aseveración que se haga sobre él. Pero se hace necesario observar que el poeta norteamericano exponía en su poema que no obstante los predicados científicos que pudieran hacerse sobre las estrellas estas (las estrellas) eclipsarían cualquier explicación con su magnificencia y belleza. Para que esto fuera posible, exponía Whitman en su poema, solo bastaba, tras escuchar una conferencia sobre las estrellas, salir a observarlas en una noche estrellada. La afirmación del poeta puertorriqueño–mexicano Esteban Valdés va más allá de esta expresión, pues aquí no hay que salir afuera a observar el cielo, como en Whitman, sino que se construye el tapiado de estrellas y se coloca al alcance de quienes, como nosotros en la actualidad, estamos privados de esta observancia dada la contaminación lumínica de nuestras noches.

 

6.     ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

El Tao del Soneto de las estrellas. 

Hay quien dice, y no está exento de razón, que el Soneto de las Estrellas no existe en sí mismo, que es un código cifrado, una carta de navegación, ya sea que se esté extraviado o no en la noche o en cualquier otra parte del día.  Conforme a esta creencia podría incluso suponerse que su lectura es continua, multitonal, e infinita. Por eso hay quien lo ve y no lo lee, quien lo lee y no lo ve.

 

7.     ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

Se dice que, en una nostalgia futurista Esteban Valdés una vez vio el cielo. Cuentan las leyendas y los recuerdos que salía una noche de la avenida Ponce de León, en Río Piedras, en una aburrida caminata cuando alzó su vista y miró el cielo. Hay quienes afirman que fue saliendo de Capetillo después de una práctica de karate cuando venía cansado y vio lo que querían decirle las estrellas. Otros afirman que venía ligero de equipaje de la una lectura de poesía en la avenida Universidad por la cafetería Cabrera. Otros, los menos, menos, dicen que fue una noche estrellada que observó siendo apenas un niño. Como se ve, no hay certeza exacta que nos diga cuándo y cómo vio el milagro de esa noche y sus estrellas, pero todos sabemos que lo hizo. Que llegó a ver el cielo que habían visto los mayas y los aztecas, los asirios e incluso los antiguos atlantes. Que llegó a ver el cielo de nuestros campos más puros. Que lo hizo antes de que el cielo y las estrellas desaparecieran de nuestros ojos y nos regaló el milagro de su noche. 

 

8.     ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

A mediados del siglo XIV el astrónomo persa Abd al-Rahman ibn Umar al-Sufi, conocido como Azophi, escribió “El libro de las constelaciones”, el que, dada su importancia sería traducido siglos más tarde por Zakariya ibn Muhammad al-Qazwini, astrónomo turco-otómano, con el título de “Las maravillas de la creación”. Descritas las constelaciones por ambos astrónomos como conductoras de los seres humanos en tanto la orientación y guía que proporcionaban entendían que, por razón de una armonía mayor para las propias constelaciones debería existir una que las dibujara a todas ellas. A finales del siglo XX, el poeta Esteban Valdés encontró esa constelación mayor que sirve de guía a las propias estrellas. Fue en un soneto hecho de estrellas. Pero a diferencia de aquel primer libro escrito por Azophi, el Soneto de Esteban no hizo falta nunca traducirlo.

 

9.     ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

El Soneto de las Estrellas es un deja vu. Todo sabemos que una vez, en la noche de los tiempos, lo hemos leído.

 

10.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

Pocas veces se ha reparado en las semejanzas del Soneto de las Estrellas y las centurias de Miguel de Nostradamus. Avocadas a predecir casi cualquier futuro las centurias gozan, gracias a su falibilidad taxativa que las hace infalibles, de la única posibilidad de destino que puede tener todo lo que es humano: la posibilidad de ser real o no serlo. Así también el Soneto de las Estrellas, que abierto a todas las caligrafías y a todo orden de lectura es, como las centurias, el catalejo que lo anuncia todo, que muestra, en la exactitud del azar posible, la búsqueda del que quiere ver belleza, del que quiere ver tristeza, de quien quiera ver el avance de lo humano.

 

 11.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

Existía, en el Oriente Medio, en las montañas de Qumrán, una comunidad llamada los esthebanithas de la que se afirma fueron contemporáneos de los esenios, quienes se asentarían en sus cercanías buscando de su sabiduría. De esta comunidad de esthebanithas se sabe que practicaban un culto libre a la verdad y a la belleza, que eran pródigos en el comer, con amplio sentido del humor, y que no eran amigos de ser amigos de quienes no estimaran la verdad y la belleza cerca de sus vidas. Pues ha venido a ser noticia que en las montañas que le sirvieron de residencia se ha encontrado un antiguo pergamino que indica, si los des-cifradores han entendido bien, que existe el máximo poema a la belleza y la verdad escrito con las palabras más hermosas y certeras que de estas cosas pueda decirse. Ese poema contendría, según afirmaba esa comunidad, la propiedad exacta de la que está compuesto el universo, el número pi en su expresión mínima y máxima, y si alguna vez fuera leído en voz alta, el Todo, ya en su plenitud de belleza, se desharía por haberse nombrado a sí mismo. Ocurre que el mayor de los buscadores de ese poema total, residente de las lomas escarpadas de Río Piedras, dio con ese poema contenido en una vieja maquinilla. Fue un soneto, se dice. Y fue de las estrellas.

 

12.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

Atiborrado de sueños como imágenes Edwin Hubble, bajo la cúpula del observatorio de Mount Wilson, estimó que las nebulosas que se soñaban posesión de nuestro espacio eran, en realidad, formaciones de gases de estrellas que se encontraban más lejos de todo aquello que se creía que era nuestro espacio vecino. Y, para que la distancia nunca se agotara sobre sí misma descubrió que todo aquel polvo irradiado por las estrellas que componían las nebulosas, se alejaban sin cesar.

Años más tarde, y frente a una vieja maquinilla, atiborrado de esperanzas como un recuerdo ansioso del futuro, en medio del calor y la humedad del día, Esteban Valdés descubrió otra verdad acaso más asombrosa que la de Hubble: nada está lejos ni fuera de la galaxia, nada excede ni aminora los parsecs que miden las distancias incalculables. Todas las cosas que se marchan regresan sin cesar a nuestro pecho si queremos habitarlas.

Hubble vio las nebulosas alejarse para siempre y lo comprobó midiendo sus distancias. Esteban vio las estrellas acercarse y escribió un soneto.

 

13.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

Una de las líneas del Soneto de las Estrellas (o quizá todas ellas) retrata el movimiento del río de Heráclito. El verso, que parece quieto, nunca lo está cuando parpadeamos el ojo. En su aparente quietud, retrata todos los encuentros, todas las despedidas, y aunque nunca es el mismo en los términos de su movimiento, parece estar fijo en su quietud de eterna belleza mientras sus pulsares nos engañan con su movimiento infinito.


 14.˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟ ˟

El Soneto de las Estrellas: la verdadera escritura

La maquinilla del astrónomo, la maquinilla del poeta concreto, la maquinilla del revolucionario, la maquinilla del karateca, la maquinilla del joven viejo sabio, la maquinilla de Esteban, no tenía el símbolo de estrellas. Él asegura haberlas dibujado con la grafía de la adición numérica. Pero eso no es cierto. Las estrellas sí salieron de sus dedos sobre la máquina para inundar el papel y nuestros sueños.

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